En el corazón del Valle del Cauca, donde el agua susurra historias antiguas y el viento lleva el aroma de la tierra fértil, la Laguna de Sonso despierta con los primeros rayos del sol, reflejando en su espejo de agua los secretos de la naturaleza. En sus orillas, como guardianas de la memoria y el sabor, las cocineras tradicionales encienden el fuego, no solo para alimentar el cuerpo, sino para nutrir el alma.

​

Sus manos, moldeadas por el tiempo y el amor a la tradición, transforman ingredientes sencillos en banquetes que cuentan la historia de un pueblo. El maíz, el pescado recién salido de la laguna, las hierbas aromáticas recolectadas con respeto, todo cobra vida en fogones humeantes donde cada platillo es un canto a la tierra ya la abundancia.

​

Cada bocado es un viaje al pasado, una promesa de futuro, una danza de sabores entre lo sagrado y lo cotidiano. Son ellas, las cocineras de la laguna, las que con paciencia y sabiduría convierten la gastronomía en un acto de resistencia, en un ritual de amor por la identidad, en un eco de la voz de la naturaleza que invita a sentarse a la mesa y sentir, en cada plato, el alma misma de Sonso.

​

​

​